lunes, 5 de noviembre de 2007

Carta a un Ministro

Esta carta de san Francisco está dirigida a un hermano de la fraternidad a quien se le confía la animación, el cuidado y la corrección de otros hermanos en lo que hace a la forma de vida -la Regla de la Orden-, a la fidelidad al Evangelio en último término, y que le presenta al poverello de Asís las dificultades que tiene para desempeñar este munus, esta tarea; dificultades que lo llevan a solicitar una carga que piensa es para él más liviana, o más "santa" quizá, como vivir retirado en una casa de oración: "vivir en un eremitorio".
Conviene aqui comentar que: una casa es el lugar concreto donde la Orden se hace visible; a cargo de la animación, cuidado y corrección de los hermanos que viven en una casa está un hermano que se denomina "el guardián" -el que mira por los hermanos-; el Ministro Provincial debe obedecer al guardián de la casa donde reside aunque éste dependa de él a nivel Provincial. Un conjunto de casas constituye una Provincia, a cargo de la misma está el Ministro provincial. Y el conjunto de las Provincias constituye la Orden a cuyo cuidado está el Ministro General. Se puede pensar que esta carta es buena para cualquiera de los tres niveles en los que esta función se desempeña y, más aún, el espíritu de la carta es bueno para cualquiera de nosotros puestos en relación y convivencia con los hermanos que comparten el camino de la vida allí donde el Señor Dios nos ha llamado. Posteo tres párrafos.



Al hermano N., ministro:
El Señor te bendiga.
Te hablo, como mejor puedo, del caso de tu alma: todas las cosas que te estorban para amar al Señor Dios y cualquiera que te ponga estorbo, se trate de hermanos u otros, aunque lleguen a azotarte, debes considerarlo como gracia. Y quiérelo así y no otra cosa. Y cúmplelo por verdadera obediencia al Señor Dios y a mí, pues sé firmemente que ésta es verdadera obediencia.
Y ama a los que esto te hacen. Y no pretendas de ellos otra cosa, sino cuanto el Señor te dé. Y ámalos precisamente en esto, y tú no exijas que sean cristianos mejores. Y que te valga esto más que vivir en un eremitorio.
Y en esto quiero conocer que amas al Señor y me amas a mí, siervo suyo y tuyo: si procedes así: que no haya en el mundo hermano que, por mucho que hubiere pecado, se aleje jamás de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia, si es que la busca. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si la quiere. Y, si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más que a mí, para atraerlo al Señor; y compadécete siempre de los tales. Y, cuando puedas, comunica a los guardianes que por tu parte estás resuelto a comportarte así...

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