¡Salve, reina sabiduría, el Señor te salve con tu hermana la
santa pura sencillez!
¡Señora santa pobreza, el Señor te salve con tu hermana la
santa humildad!
¡Señora santa caridad, el Señor te salve con tu hermana la
santa obediencia!
¡Santísimas virtudes, a todas os salve el Señor, de quien
venís y procedéis!
Nadie hay absolutamente en el mundo entero que pueda poseer
a una de vosotras si antes no muere. Quien posee una y no ofende a las otras,
las posee todas. Y quien ofende a una, ninguna posee y a todas ofende (cf. Sant
2,1). Y cada una confunde los vicios y pecados.
La santa sabiduría confunde a Satanás y todas sus astucias.
La pura santa simplicidad confunde toda la sabiduría de este
mundo (cf. 1Cor 2,6) y la sabiduría del cuerpo.
La santa pobreza confunde la codicia, y la avaricia y las
preocupaciones de este siglo.
La santa humildad confunde la soberbia y a todos los
mundanos, y todo lo mundano.
La santa caridad confunde todas las tentaciones diabólicas y
carnales y todos los temores carnales.