sábado, 21 de agosto de 2010

Lectura orante de la Palabra de Dios


Como una rosa muy bella y perfumada -para tomar el símbolo de la entrada anterior- vamos deplegándonos en Evangelio, en la Iglesia y por el mundo, cuando la Palabra de Dios -el Verbo hecho carne, el Logos hecho hombre-, se hace aliento nuevo en nosotros. Cuando nos vamos haciendo hombre nuevo por inspiración del Espíritu y su santa operación y esto mediante la asidua y muy amorosa práctica de la Lectura orante de la Palabra de Dios, de la Sagrada Escritura -entre otras maneras de encontrarse con el Señor en su Iglesia-. Cuando nos dejamos transformar en Caridad, en Amor -en el Agape, que es la mesa del morir a sí mismo, inmersos en el Misterio de la Cruz, para que como vivientes en Él podamos servir y dar Vida-, y así anunciarlo y testimoniarlo sembrando la esperanza de hacer, poco a poco, nuevas todas las cosas.
Un grupo de frailes franciscanos - de los Menores- preparó el siguiente Itinerario. Al compartírtelo pido al Señor Dios, te ayude a volver tu corazón a Él, a mirarte en el espejo que es Jesús, que como dice Clara es el espejo, donde ella se miraba el alma, la mente y el corazón, para tener la belleza del más bello de los hombres, del más dulce esposo y el de más alto linaje.

La lectura orante de la Palabra de Dios
en la vida franciscana

La Palabra de Dios ocupa un lugar central en la vida cristiana y en la vocación franciscana.
San Francisco acogió e hizo suya la Palabra del Evangelio, que es Jesús mismo: “La regla y vida de los hermanos menores es ésta: guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo y seguir sus huellas”.
San Francisco nos pide: “Inclinad el oído de vuestro corazón y obedeced a la voz del Hijo de Dios. Guardad sus mandamientos con todo vuestro corazón y cumplid sus consejos perfectamente” (CtaO 6-7).
Para ello debemos superar “la solicitud y las fatigas de este siglo, y las seducciones de la riqueza, y las concupiscencias de las demás cosas que les penetran y ahogan la palabra” (Rnb 22,16), no sea que “so pretexto de alguna merced, o quehacer, o favor, perdamos o apartemos del Señor nuestra mente y corazón” (Rnb 22,25).
En esta lógica, san Francisco nos exhorta: “Restituyamos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos son suyos, y démosle gracias por todos ellos, ya que todo bien de El procede” (Rnb 17,17).
Este es el itinerario que Francisco nos ofrece para acercarnos a la Palabra de Dios, leerla, interiorizarla, restituirla y vivirla, personalmente y en fraternidad. He aquí una oportunidad para renovar nuestra vocación. Acojámosla de buena gana.

ITINERARIO PARA LA LECTURA ORANTE

1. Preparación

• El primer momento consiste en invocar al Espíritu Santo, el único que puede hacer comprensible el sentido de la Palabra y prepararnos a una escucha profunda, abierta a lo que Dios ha dicho y a lo que quiere decirnos.

• Iluminados por el Espíritu, podemos quitar los obstáculos físicos, psicológicos y ambientales y centrar la atención en la escucha de la Palabra. Se trata de “escuchar la Palabra con corazón bueno y óptimo”, como dice san Francisco (Rnb 22,17).

2. Lectura y escucha de la Palabra de Dios

• El segundo momento consiste en la lectura del texto, hecha con sencillez y pureza, para captar el sentido global de la Palabra escuchada y verificar su comprensión. Esta lectura debe ser asidua, motivada y alimentada con la fe de la Iglesia: en su seno resuena y ella es quien la administra.

3. Interiorización y asimilación de la Palabra de Dios

• En el tercer momento es conveniente memorizar un versículo-clave que sintetice el sentido global del fragmento que se ha leído. La Palabra memorizada nos acompañará durante la jornada o hasta el momento en que hagamos la siguiente lectura orante, a fin que arraigue en nosotros.


• Es conveniente que cada uno descubra, en un momento de silencio, los condicionamientos (ocupaciones, preocupaciones, afectos, quehaceres, favores... [cf. Rnb 22, 25.26]) que obstaculizan, a él y a su Fraternidad, la recepción de la Palabra escuchada.

4. Restitución

• Es bueno “restituir” a Dios, mediante la alabanza, la acción de gracias, la bendición, la súplica y la invocación, todo cuanto él nos ha ofrecido a través de la Palabra que nos ha dado en el Espíritu y que ha sido leída y compartida como una buena noticia para cada uno y para la Fraternidad entera.


5. Devoción, como voluntad de hacer el bien

• El quinto momento prevé la formulación de alguna propuesta enfocada a esclarecer las actitudes, las opciones y las orientaciones que brotan de la escucha de la Palabra, para crecer en la voluntad de hacer el bien.

“Y son vivificados por el espíritu de las divinas letras quienes no apropian al cuerpo toda la letra que saben y desean saber, sino que con la palabra y el ejemplo se la restituyen al altísimo Señor Dios, de quien es todo bien.” (Adm. 7,4)